Al silbido de Pitana concluyó la espera y se desató la locura, Atlético Nacional alcanzaba nuevamente la anhelada Copa Continental.
El estadio estalló en júbilo, millones de hinchas del Más Grande de Colombia gritaron Campeón hasta quedar afónicos, entre abrazos, lágrimas, bocinas, harina y papelitos al viento, el cielo nocturno de Medellín fue testigo de la celebración de jugadores, cuerpo técnico, directivos, fanáticos grandes y chicos, sin distingo de edad, raza o género, que esperaron a que la luna menguante, cómo sonriendo, apareciera tras las montañas en la madrugada y se uniera a la fiesta.
Una marea verde recorrió las calles de la capital de la eterna primavera. En los medios, los periodistas locales y extranjeros se rendían en elogios hacia el equipo que supo ser el mejor del torneo, de principio a fin, en esta edición de la Copa Libertadores de América; los héroes de esta hazaña, entre tanto, iban de un sitio al otro del campo de juego, expresando y compartiendo su alegría por haber logrado inscribir su nombre en la historia del club de fútbol más glorioso de esta esquina del planeta.
El sueño continental se ha cumplido. Nosotros, los testigos de esta epopeya y las próximas generaciones de hinchas verdes, hablaremos de esta noche inolvidable, en que tocamos el cielo, representado en esa copa plateada que tantos, tantos desean, pero que solo los elegidos podemos alzarla.
