miércoles, 29 de junio de 2016

Conmebol, dimayor, todo error.


El fútbol es un espectáculo lucrativo, eso lo saben los clubes, ligas, federaciones y confederaciones; lo tienen bien claro los medios de comunicación y los sponsor que sacan la mejor tajada del negocio. No es gratuito que casi un centenar de ex-dirigentes de primer nivel en el mundo estén tras las rejas o investigados por que se les fue "un poquito" la mano a su favor en las transacciones.
El interés económico, lleva a la maquinaria del fútbol a saturar de competencias el calendario, sin tener en cuenta la salud de los futbolistas, la continuidad de los procesos deportivos, o las ilusiones de los aficionados. Hay que producir torneos cómo arroz y a costa de todo, para vender pautas televisivas, merchandising y entradas.
Señalo en este artículo un par de ejemplos de desacierto en la concepción del calendario de competencias, al son del interés pecuniario: El torneo colombiano, la Copa Centenario y la copa libertadores.
En el primero, ¿cómo es posible que  se programe por parte de los dirigentes la etapa definitiva de la liga (play-off) a la par con el desarrollo de la "Copa América Centenario"? (Vaya invento!!!). En este absurdo escenario el club más damnificado fue Atlético Nacional (¿casualidad o causalidad?). Un equipo construye un proyecto deportivo y hace una inversión significativa para salir campeón, a expensas de que le desbaraten la nómina en la instancia final. Es entendible el malestar inocultable del profesor Reinaldo Rueda en sus declaraciones. ¿No hubiese sido preferible un torneo "todos contra todos", en el que el equipo que haga más puntos al final salga campeón, cómo pasa en casi todo el planeta fútbol?. Escucho opiniones.
Por otra parte, ya sabemos que la  copa Centenario nació de la imaginación de muchos de los ávidos dirigentes capturados y sancionados. Lo que ellos no sabían era que por allí se les iba a resquebrajar el andamiaje que tenían montado, y cuyo resultado iba ser la debacle de su mafia. Pero eso no es lo malo, las consecuencias nefastas se observan en los jugadores quemados físicamente, al borde de una lesión por sobrecarga, y en la afectación de las competencias locales.
Para finalizar hablemos de la copa libertadores, un torneo en el que en las tres últimas ediciones, se han postergado las semifinales para después de mitad de año. Esto enrarece y desnaturaliza al torneo de clubes más grande del continente. Los equipos que juegan las semifinales y la final no son los mismos que clasificaron a estas instancias. Algunos de los jugadores ya se han ido, el momento del equipo en su funcionamiento y de los futbolistas en su rendimiento es otro.Se pierde completamente el ritmo, la continuidad y hasta el interés. Igual, estaremos al tanto de la definición de la copa, pero muy posiblemente, el equipo que salga campeón no sea el que haya jugado mejor a lo largo del torneo, sino el que inyecte más plata para reforzarse para los cuatro partidos finales.
¡tas, tas!.

lunes, 27 de junio de 2016

Volver, con la frente marchita


Tras el penal errado, quedó la mirada de El Hombre perdida en el abismo que se acababa de abrir a sus pies; las ilusiones rodando cuesta abajo y de fondo un tango, un bandoneón que lloró a su lado y lo aisló del bullicio, de los reflectores, de los rivales.
Segundos antes, reposaba La Pecosa a tres pasos de la zurda más valiosa del universo fútbol, quieta a 11 metros de distancia de un marco de 7,32 por 2,44, el mismo al que él ha vulnerado cientos de veces, custodiado por una sombra, una figura desenfocada de cancerbero.  Y en ese instante se oye el pitazo que ordena la ejecución y que opera como el chasquido de dedos del hipnotista, que hace entrar a El Hombre en trance y que lo desconecta de su talento.
Volver, con la frente marchita... Volver a verse perdedor, con los fantasmas de las finales malogradas acechándole, rondando su esquina, doliendo con todas sus espinas clavadas en el -no menor- orgullo gaucho, cargando con el peso de ser el esperado "messías" de su futbolera nación, "la reencarnación de El Diego", con el rótulo de "mejor del mundo" estampado en su frente, y una corte espectral observándolo, esperando a que se sume a la fila, donde se adivinan Baggio, Zico, Platiní y hasta el mismo Maradona.
La pelota al contacto con el guayo tomó vuelo, se perdió por sobre el travesaño llevándose con ella las ilusiones, tras las luces que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor, se la tragó un monstruo de cien mil cabezas y El Hombre dió media vuelta, con la mirada perdida en el abismo.