El paso a la final del Club Atlético Nacional se resume en una palabra: CARÁCTER.
El gol de Calleri en los primeros diez minutos del partido congeló por un par de segundos la sangre de toda la afición verdolaga, pero no enfrió los jugadores del club paisa.
Un equipo sin jerarquía, ante el desafío de defender una diferencia de un gol en los 80 minutos restantes y ante el Sao Paulo de Brasil se hubiera llenado de miedos y hubiese sucumbido.
Pero Nacional, sacando a relucir su bagaje de equipo grande, no se desesperó y logró emparejar el marcador ocho minutos después, restableciendo la diferencia de dos goles que traía del Morumbí.
Los brasileños seguían inquietando por su banda izquierda, ante algunas desatenciones de Bocanegra e incluso pudieron convertir el segundo gol, pero apareció la muy nombrada "suerte de campeón" de lado de los paisas, requerida para obtener logros en este deporte.
La falta de fundamentación técnica de Marlos Moreno hizo que dilapidara dos opciones inmejorables de anotar y liquidar la serie. Esta promesa del fútbol tiene todavía mucho que aprender, ojalá que este factor no afecte su periplo por el viejo continente.
Para el segundo tiempo, Sao Paulo se vio mermado en lo físico y fue Nacional el dominador del juego, generando las mejores opciones. Con el penalty en contra y ante la inminente derrota, los paulistas se descompusieron y terminaron con nueve hombres en la cancha, acudiendo a atribuir al árbitro el resultado en contra.
Lo lamentable, Alexander Mejía, producto de la acumulación de amarillas, se perderá el primer partido de la final. El profesor Reinaldo Rueda debe estar trabajando en suplir esta sensible ausencia, pero sin duda es una baja que se va a notar.
Para Nacional, el resultado frente al Sao Paulo en el Atanasio significa ver de cerca la Copa, casi tocarla, tenerla a la vista, tras un último escollo, que se enfrentará en un par de partidos donde debe dejarse el alma.
